LA
TOMA DE CONCIENCIA
A veces, quienes siguen los foros de mediadores pudieran llevarse la impresión de que vendemos el paraíso. No hay que llevarse a error. La toma de decisiones no siempre es fácil. Estamos acostumbrados a delegar, a mirar a otro lado si ello nos evita tener que decidir o tan siquiera cuestionarnos ciertas cosas. De ahí que los jueces se encarguen de decidir por esos millones de personas que prefieren que otro lo haga en su lugar, aunque la decisión adoptada por otro, finalmente, no les satisfaga.
A veces, quienes siguen los foros de mediadores pudieran llevarse la impresión de que vendemos el paraíso. No hay que llevarse a error. La toma de decisiones no siempre es fácil. Estamos acostumbrados a delegar, a mirar a otro lado si ello nos evita tener que decidir o tan siquiera cuestionarnos ciertas cosas. De ahí que los jueces se encarguen de decidir por esos millones de personas que prefieren que otro lo haga en su lugar, aunque la decisión adoptada por otro, finalmente, no les satisfaga.
Muchas de las cosas que hacemos cotidianamente son el
resultado de una obligación impuesta: por nuestros padres, por nuestros
formadores, por nuestros jefes, por las normas imperativas... Y en contadas
ocasiones tomemos decisiones en cuestiones que nos suponen una implicación más
allá de aceptar o no hechos objetivos. Casi todas esas decisiones las tomamos
sin implicarnos emocionalmente. Sin embargo, cuando hablamos de mediación, del
acto de agrupar personas en un espacio común –físico- e intentar aunar
voluntades en torno a otro espacio común -interés-, la cosa cambia. Cuando
hablamos de mediación estamos hablando de toma de conciencia: cuál es mi
situación real, qué está sucediendo, qué me perturba, por qué, qué necesito... Y otra toma de conciencia aún más difícil por inusual y poco practicada:
qué le está sucediendo al otro, por qué le sucede lo que le sucede al otro
o qué necesita el otro. La propia visión de uno mismo, de las necesidades
más íntimas, de los demonios o los deseos inconfesables, no siempre es grata.
Porque nos mostramos con las mil caras que la sociedad exige y nos acostumbramos
a la imagen que nos es más cómoda. Despojarnos de capas de piel, hasta llegar a
la vísceras, a lo visceral, puede ser doloroso.
Cuando hablamos de mediación estamos hablando de ser honestos, con nosotros mismos y con el otro. De ser creativos para poder imaginar una situación mejor y cómo lograrla. De estar alerta a lo que está sucediendo, escuchando, respetando, visualizando... Pero sobre todo, cuando hablamos de mediación, nos referimos a esa TOMA DE CONCIENCIA de que sólo nosotros vamos a ser los responsables de lo que a través del diálogo resolvamos, en ese momento, con vistas a un futuro diferente, cuyo escenario es sólo nuestro y no de un tercero que no estará en él.
El tercero que nos acompañará en ese proceso de introspección, de toma de conciencia, de toma de decisiones, de creatividad y, por qué no, de optimismo, es el mediador. Que nos va a guiar en ese camino, que nos va a facilitar vislumbrar un poco más allá, una y otra vez, pero que no va a decidir por nosotros.
Si somos capaces de ALCANZAR EL PARAÍSO, nuestro particular paraíso, o no, es cuestión de nosotros mismos, de nuestras capacidades: ¿podremos despojarnos de las superficiales capas de piel? y voluntades:¿querremos hacerlo?
Nadie dijo que fuera fácil… sólo que el resultado final merece el esfuerzo.
María Merino Nogales
Coordinadora de Ínter-Nós,
Centro Andaluz de Mediación
María Merino Nogales
Coordinadora de Ínter-Nós,
Centro Andaluz de Mediación